jueves, 3 de diciembre de 2020

La fuerza del cinismo.

Bueno caballero lo compro. Le estrechó la mano como señal de buena fe y de compromiso para la compra del departamento, al cerrar la puerta no cabía de contento, pues ya se había hecho la idea de que no lo vendería hasta finales de año. Presuroso empezó a preparar la documentación del inmueble para hacer efectiva su venta. Cuando cavilando ideas cayó en cuenta de que no había aclarado con el comprador algo de suma importancia sin perder tiempo tomó su celular para llamar al comprador siendo interrumpido por una llamada entrante. Buenas noches, sí, soy yo. ¡Ah! entiendo ¿cómo está? sí, sí, justamente me encuentro ahora preparando la documentación para la venta. Mire yo quiero explicarle a él que tengo un pequeño proble... Entiendo, ¿al contado? por supuesto que me parece bien, sólo que hay un pequeño proble... ¡Ah! mañana mismo sí, sí, conozco la notaría ¿mañana mismo entrego las llaves? Mire hay un proble... Pero, pero, esta bien mañana a las 10am. Quedó pensativo y preocupado por esa llamada que le cambió el rumbo de la venta. Había conversado con el abogado del comprador quien le informó que la modalidad de la venta será por contraentrega. En otras circunstancias estaría bailando de alegría porque es la modalidad ansiada por todo vendedor de inmuebles pero le era imposible hacerlo ya que requería de un tiempo prudente para retirarse, es más, requería ese tiempo para hacer algunas refacciones y cambios al departamento a donde iba a mudarse, que para mayor complicación los dueños le advirtieron que si no concretaba pronto la compra lo perdería porque sólo dejó un mínima suma por su separación. Tal era su predicamento. Pensando en ello movía con nerviosismo sus llaves entre los dedos, de repente, una idea se le fijó en la mente. Se fue al dormitorio y de la última gaveta de la mesa se noche sacó un juego de llaves que le sobró de un departamento que había vendido tiempo atrás. Las limpió y las puso dentro del sobre manila junto con toda la documentación del inmueble que esperaba pasar a su nuevo dueño. Al día siguiente se levantó con las primeras pinceladas de luz del nuevo día, se baño y se vistió repasando su plan una y otra vez, lo mismo hacía con cada sorbo de café y durante todo el trayecto hasta la notaría sólo al llegar dejó de repetirlo. Adentro ya se encontraban el comprador y su abogado quien con ceremoniosa seriedad le pidió el sobre manila para revisar cuidadosamente la documentación antes de darle el visto bueno. Al sacarlos involuntariamente dejó caer las llaves recogiéndolas para dárselas a su representado que sonriente las recibió pidiéndole al vendedor que le detalle qué puerta abría con cada llave. Aflorando un cinismo que jamás antes había experimentado, animoso y con la mayor cortesía comenzó a detallar qué puerta abría cada una de las llaves. Al cabo de un rato, el abogado daba su aprobación para proceder con la compra tras verificar la legalidad de la documentación del inmueble luego de ultimar unos trámites y firmas para la notaría el cheque al portador salía del maletín del abogado. Al tomarlo se fijó en la firma y en la cantidad guardándolo dentro del bolsillo de su saco. Se despidió abrumado consigo mismo por la frialdad y el cinismo con el que habíase desenvuelvo aunque muy dentro de si no trasuntaba culpa alguna, los dos hombres a su vez se despidieron efusivamente. Daba inicio la parte final y crucial de su plan el cual consistía en llegar lo más rápido que pueda al banco y hacer efectivo el cheque antes de que el nuevo dueño llegue al departamento y compruebe que el juego de llaves que cínica y cortésmente le detalló no pertenecen a su nueva propiedad. Entró al banco a paso ligero aunque no lo suficiente como para llamar la atención, se acercó a una ventanilla y le entregó su documento de identidad y el cheque a la señorita que atendía endosando su firma, la señorita lo observó unos segundos desapareciendo tras una puerta. Se sentía el hampón más avezado que nunca antes ciudad alguna había visto. Pasaron diez, veinte, ¡treinta! minutos y la señorita no regresaba. ¿Por qué demora tanto? ¿será que ya habrán anulado el cheque? ¿la policía ya estará rodeando el banco? disimuladamente miró las dos entradas del banco afuera todo se veía tranquilo el nerviosismo le jugaba una mala pasada, de pronto, su celular empezó a timbrar con insistencia no quería ver quien llamaba. ¿Por qué demora tanto? volvía a preguntarse y en medio de su desconcierto su celular no cesaba de sonar empezando a captar la atención de las personas que estaban en otras ventanillas, optó por apagarlo. Por fin el eco de unos tacos apurados le anunciaban que el efectivo ya se lo traían. Disculpe el retraso. No se preocupe señorita, ¿lo puede poner en un sobre? ¿No lo va a contar? Señorita, confío plenamente en usted como en el banco. Como guste, sólo firme el documento de conformidad y aquí tiene su dinero y su identificación, muchas gracias. También a usted. Apenas pisó la calle con premura fue al otro departamento para cerrar la compra con sus dueños quienes ya de muy mala gana lo esperaban por haber demorado demasiado en su compra. Consumado con éxito su plan prendió su celular timbrando de inmediato. Aló, cómo está señor abogado. Cálmese, cálmese, ya llego para aclarar todo. De camino al departamento preparaba una excusa lo suficientemente consistente que lo eximiera de recriminaciones altisonantes y hasta violentas pero en sus cálculos no esperaba ver lo que encontró. La puerta estaba abierta y con la cerradura rota, adentro un desconocido estaba sentado en el sofá que al verlo llamó inmediatamente al nuevo dueño. ¿Qué hace usted acá? El sujeto no le contestó e impávido a su molestia siguió bien acomodado en el sofá minutos después se apareció el nuevo dueño lanzado improperios y detrás de él su abogado enumerando una serie de infracciones en las que estaba inmerso y que tendrá que responder ante las autoridades. Una vez más su estrenado talante cínico salió a relucir. Fue a su dormitorio y regresó con el rostro preocupado, los miró, y de vuelta fue al dormitorio y regresó murmurando. Los tres hombres confundidos por su actuar se preguntaban ¿qué es lo que hacía? Señores me han robado un fajo de dinero y un reloj de oro que mi madre me dejó antes de morir. ¿Cómo dice? Se apuró en preguntar el abogado. ¡Qué me han robado! señores. Llego al departamento encuentro la puerta forzada y a este tipejo adentro que por lo que veo es amigo suyo, la deducción de quienes me han robado cae por sí sola ¿no lo creen? ¿Está insinuando que nosotros le hemos robado? Truhán. Bueno, los hechos hablan por sí mismos además de haber incurrido en un allanamiento ilegal, su abogado sabe muy bien de lo que hablo, claro que yo podría recordar de un momento a otro donde guardé el fajo de dinero y el reloj de oro que me dejó mi madre si... Los tres se apartaron a una esquina de la sala para deliberar al verse en serios aprietos. Hable rufián, ¿qué quiere? preguntó sumamente amargo el nuevo dueño aconsejado por su abogado para que ceda porque tenían todas las de perder en los fueros judiciales. Le voy a entregar el departamento con sus verdaderas llaves en un mes ya que tengo un pequeño inconveniente para irme por ahora. Los hombres abandonaron el departamento con los rostros desencajados. Al verlos alejarse, una incontenible risa se apoderó de él, tal vez por distensión, o tal vez porque descubrió la fuerza del cinismo. Fin.

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