jueves, 14 de enero de 2016

Gigante televisor.

Siempre volvía extenuado, apenas probaba algún bocado y directo a la cama. A mitad de la noche sudaba entre las sabanas, su corazón se aceleraba, ya lo sentía... Sí, su presencia era inconfundible, lo miraba con furia mientras traspasaba la puerta del dormitorio, otra vez a correr. ¡¿Adónde?! se preguntaba a gritos sintiendo que ya lo tocaba. Se lanzó por la ventana escapando magullado y maltrecho por la pesada caída metros más adelante los otros también ya huían al igual que él sin saber adónde.
Ya nadie los quería, los echaban cegados y dirigidos por su perseguidor que ya dominaba a todos con sus mitos y sus verdades que empequeñecía las mentes y agigantaba los prejuicios los temores estupidizando a todos. Sólo ellos, los otros, aún resistían la embestida social del gigante televisor que aprendió a traspasar después de las mentes, todo, dejando esclavos inertes a su paso. Ahí estriba su poder, cosifica a todos. Ellos, los otros, siguen huyendo y en cada parada para tomar aliento, siguen luchando para que la gente vuelva a ver la realidad, no las verdades ni los mitos cosificadores del gigante televisor.
  
              

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