miércoles, 18 de noviembre de 2020

¿Adónde lo llevo?

El frío era intenso, llevaba parado más de quince minutos hasta que por fin divisó un taxi. Con premura hizo el ademán para que se detuviera e ingresó lo más rápido que pudo. En otras circunstancias, hubiera acordado primero el precio de la carrera, pero el frío que calaba hasta los huesos doblegaba cualquier protocolo establecido. El taxista lo saludó con esmerada cortesía y empezó a conversar de varios temas. Él, por supuesto, también le contestó con la misma cortesía, más ninguno preguntó a dónde se dirigían ni él por cuánto se haría. El taxista le conversaba -debía de admitirlo- de temas que no eran temas intrascendentes, de esos que se hablan sólo para llenar el silencio hasta llegar al destino. No, este taxista tocaba temas relevantes que invitaban a intercambiar ideas. Aún así, no salía de su extrañeza al ver que el versado taxista no le preguntaba a dónde iba. Se aproximaban a un semáforo que ya estaba por cambiar a rojo. Este el momento, apenas se detenga aclaro mi destino y el monto que cubrirá por llevarme -se dijo- cuando de sopetón el taxista le preguntó que opinión tenía acerca de la economía del país. ¡¿Cómo?! se sorprendió por lo paradójico de su pregunta ya que de una forma u otra iba ligada al predicamento en el que se encontraba, lo que le daba pie para abordarlo y decirle por cuánto lo llevaría a donde tenía que ir. Hablando de eso, hasta ahora no le he dicho... ¿Qué le parece esta idea? -lo interrumpió dejándolo en ascuas- pero la emotividad con que lo hizo francamente lo sedujo por saberla. El presidente emite una ley en virtud de la cual a cada ciudadano se le entregará un millón en billetes de a mil, todos estaríamos felices, tendríamos más plata para comprarnos más cosas que necesitamos o que queramos ¿no lo cree? ¿qué le parece? de pronto se quedó callado meditando al parecer en su idea. Después de oírla ya había tomado la decisión de pedirle que detenga el auto pues estaba visto de que aquél versado taxista muy correcto y conversador por excelencia no corría a las parejas con un buen juicio. Pero además y por sobretodo ¡NO IBAN A DONDE TENÍA QUE IR! Si todos tenemos un millón los ladrones vendrán a quitárnoslo, los borrachos tomarán hasta morirse -divagaba preocupado- creo que no es una buena idea ¿qué opina?. Deténgase en la esquina por favor -se lo pidió con seriedad y molestia- ¿por qué? ¿qué va hacer? -preguntó confundido por la abrupta petición- la bizarra e hilarante situación diluyeron su seriedad y molestia y reventó en risa, no podía creer que eso le estaba sucediendo hubo de controlarse ante la atónita mirada del taxista que no atinaba a decir nada. Le recapituló paso por paso su incierto trayecto. ¡Ahh! ¿verdad no? discúlpeme usted, ¿adónde lo llevo? Fin.

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