jueves, 6 de septiembre de 2018

Las cartas del abuelo.

Gelmer había llegado a descubrir dónde estaban ocultas las pruebas de lo que hasta ese día era un insondable secreto que se rumoreaba en la prensa acerca de la muerte de uno de los prominentes magnates del país. Tenía en sus manos las cartas escritas de puño y letra del finado en donde delataba a quien quería matarlo, las leyó toda la noche. Abrumado las dobló tal como las encontró y las puso dentro de una gaveta de su mesa de noche. Cansado pero sin poder dormir quedó mirándose por un buen rato en el espejo de su armario caía en cuenta del error que cometió al contarle a Emilia que había hallado unas cartas escritas por el abuelo, hasta ese momento todavía no las había leído por completo. Nunca imaginó que Emilia era igual de perniciosa y abominable como el magnate pero lo más incomprensible y escabroso para él era que ella había compartido el lecho y su cuerpo con el viejo decrépito desde los catorce años, como narraba en las cartas. Era su nieta, no de consanguinidad, pero nieta y menor de edad cuando iniciaron el fornicio sí. Emilia era la hija de una joven a la que el octogenario plutocrata tuvo que adoptar para evitar que lo denuncie por violación sexual al poco tiempo de haber cumplido la mayoría de edad el viejo murió en extrañas circunstancias así quedó sentado en los informes policiales nunca hubo un culpable nunca la policia investigó más allá de lo descrito. Gelmer fue contratado por Emilia como el biógrafo oficial de su abuelo y amante su labor consistía en limpiar la imagen del monstruo que vivía tras la cara del anciano bonachón y filántropo. ¿Por qué quería dejar un libro que hable bien sobre un maldito que le destrozó la vida a su madre?. Gelmer era un escritor con los bolsillos vacíos y un cúmulo de deudas. Emilia lo conoció al haber ganado un concurso literario auspiciado y financiado por su abuelo y amante, ella fue la que lo premió a nombre del filántropo y de inmediato le propuso el trabajo y de igual forma él aceptó. Días antes la madre de Emilia horrorizada al descubrir que ella y su violador intimaban sexualmente la abofeteaba con una terrible indignación increpándole tan deleznable y horrendo proceder murió ahí mismo de un fulminante infarto por la devastadora impresión. De rodillas, ante el cuerpo inerte de su madre Emilia sollozaba que lo había hecho para vengarla.     

En la sala estaba el manuscrito casi terminado de la biografía del abuelo, al verlo sentía deseos de vomitar pues aún sin que lo haya sabido desde el principio, por un puñado de dinero había vendido su digninad su moral su pluma para ocultar las depravaciones y delitos de una desquiciada relación. Algún consuelo recogía el haber descubierto las cartas sólo esperaba el momento oportuno para hacerlas de público conocimiento y expurgar las culpas que lo corroían después de haberlas leído completa y minuciosamente pero debía de actuar con el mismo cinismo de Emilia era imperativo demostrar que las cartas encontradas no tenían ni contenían nada sustancial que merezca ser introducido en el manuscrito. Estaba demacrado quiso bañarse pero ya tocaban su puerta ensayó una hueca pero muy creible sonrisa y los saludó sólo Emilia respondió los buenos días subieron al auto y en menos de una hora estaba contestando un aluvión de preguntas de la prensa. Preguntas a las que en realidad no tenía respuesta, ya que todo lo que había escrito en torno al magnate era falso, era un guión burdo creado por Emilia y que Gelmer sólo debía de pulir. Ese era uno de sus grandes dotes, podía hablar con temple y fluidez y no decir nada. Quizá Emilia que estaba unos metros más atrás  fumando un cigarrillo distinguió esa vasta verborrea que Gelmer ostentaba y por esa razón lo contrató. Cuando todo acabó tomó asiento estaba abatido, Emilia se sentó a su lado, le preguntó sobre las cartas sus ojos escudriñaban sus movimientos faciales mientras le respondía.       

De regreso el auto intempestivamente viró hacia otra ruta Gelmer estaba profundamente dormido se detuvieron en un hostal Emilia bajó para recibir un pequeño paquete y con las mismas partieron de allí. Al llegar a su casa Emilia le sugirió quedarse con él para revisar por última vez el manuscrito antes de su publicación somnoliento le pidió que le diera un día más para pulir mejor algunos ángulos de la biografía pero Emilia insistió en quedarse en su casa para revisarlo juntos. El que estaba al volante la miró con evidentes signos de desagrado. Emilia bajó del auto y entró con Gelmer a la casa. Le alcanzó el manuscrito para que lo vaya revisando mientras iba a darse un baño y cambiarse de ropa. Emilia volvió a preguntarle por las cartas, Gelmer le hizo un ademán de que regresaría rápidamente. Abrió la llave de la ducha se quitó los zapatos y sigilosamente entró a su dormitorio sacó las cartas de la gaveta de la mesa de noche para esconderlas en algún sitio más seguro. Mientras se bañaba pensaba cuál podría ser ese sitio fue agarrando la botella del shampú cuando convino que el mejor escondite y el más impensable era dentro del shampú con premura vació toda la botella cubrió las cartas con suficiente papel higiénico y las introdujo dentro de la botella. Despejado y tranquilo salió del baño se vistió y se sentó junto a Emilia.     

 Ya bien entrada la noche volvió en sí, no recordaba que había pasado después de que tomó asiento para revisar el manuscrito. Estaba en su cama y Emilia a su lado desnuda como estaba él. Al cabo de unos segundos recordó el shampú y despacio comenzó a ir al baño cerró la puerta con llave y abrió la botella para buscar las cartas que las había escondido ahí quedó atónito al ver que las cartas ya no estaban dentro de la botella ¿pero cómo pasó? se preguntaba desconsolado y estupefacto. Era imposible que Emilia haya podido ver que las guardó en la botella del shampú su estupefacción se transformó en ira abrió la puerta del baño y violentamente regresó al dormitorio dispuesto a recuperar como sea las cartas. Emilia ya no estaba en su lugar había un sobre espléndidamente lleno de dinero junto al sobre unos binoculares de alta tecnología con los que se podía ver al través de las paredes y con ellos una nota en la que le explicaba que su nombre ya no aparecerá en la autoría de la biogafía del abuelo pero sobre todo lo conminaba a que se olvide de todo por el bien de su integridad "Si puedo conseguir ese juguetito que traspasa paredes imaginate lo que puedo conseguir para desaparecerte a la distancia".

El secreto de cómo murió en realidad el depravado y misógino magnate volvía a renacer pues al prender un cigarrillo Emilia también les prendió fuego a las cartas mientras besaba y desnudaba al tipo del auto todavía no se daba cuenta el infeliz que no pasaría de mañana después de todo, Emilia con la inmensa riqueza heredada ya sabía que una muerte súbita y en extrañas circunstancias quedará sin culpable y sin investigación.   

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